Puntuación sobre la muerte
La muerte se parece a los signos de puntuación. A veces es punto y aparte. Lo cual es definitivo; es el corte; es apartar; es terminar; es el final. Es sucumbir ante la contundencia de una frase: cuando todo o nada queda dicho sobre la hoja en blanco o, en negro, según sea el grado de penumbra del escritor que espira y se desvanece. Cuando se llega al límite, al tope, a chocar con pared o a tocar fondo en lo más hondo. Cuando todo es absolutamente conclusivo, la muerte por punto y aparte es barro secado al sol que el viento arrastra.
Pero a veces es sólo coma, y ésta es la forma más pesada de la muerte: es quedarse tirado durmiendo a plena luz del sol con la panza de fuera y la cara a punto de estallar por la hinchazón, únicamente para hacer una pausa breve y poder continuar la misma y tristísima historia que no varía en nada, continúa y continúa de la misma forma: dormir, despertar otra vez, medio comer y otra vez dormir; a veces bien, a veces muy mal, a veces con hambre, a veces dolor; pero sin parar, sin detenerse, en este largo andar que es la muerte en vida, separada en cada acto, por una simple coma, que le da una métrica tortuosa, afligida, dolorosa, pesada. ¡Y tan inocente que parece la coma que sólo sirve en apariencia para enumerar o dar pausa!
Cuando la muerte es punto y coma es otro el cantar. Es como andar cojo, entre la vida y la muerte; a veces te sonríe la vida para sólo asaltarte la muerte al paso siguiente; es como si te cerrara el ojo; como si te dijera ya es hora y al minuto siguiente te da la sorpresa de que todavía no; te mantiene en suspenso para dar lugar al cierre en seguida; pero no, te abre otra vez la expectativa; y así sucesivamente sin darte la alerta final del todo y haciéndote la enumeración o la pausa cada vez más dilatada.
Cuando la muerte es puntos suspensivos es mucho peor porque te ofrece la infinitud y ¿quién carajos quisiera vivir para siempre? ¿O encontrarse en estado de muerte permanente sabiéndose vivo? Y ya ni hablar de los dos puntos, éstos sólo exhiben, muestran casi un final, sin serlo y en un descuido se vuelcan y se vuelven diéresis. Se voltean hacia el sol, hacia el cielo, sin que los puedas alcanzar.
Es mejor, en todo caso, la coma y el punto y coma, mientras llega el punto final; porque los dos puntos o, los puntos suspensivos, ofrecen una muerte o una vida con un pérfido final sin fin…
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