Pesadilla de una noche de verano
Era una noche lluviosa, de esas en que los relámpagos iluminan el cielo de la ciudad. En su habitación, el sistema político mexicano se encontraba profundamente dormido, soñando una espantosa pesadilla…
Primer acto
Estaba frente al espejo, viviendo del recuerdo. Observaba su reflejo, pero no lograba reconocerse. Víctima del tiempo, del envejecimiento, de la precoz existencia humana.
Precoz como cualquier autócrata, encanecido como cualquier mortal, construía castillos de arena en su imaginación. Paredes de recuerdos que encerraban sus añoranzas. Recordaba aquella banda tricolor cruzando su pecho. El olor del café por las mañanas, el olor de los pasillos de la residencia oficial. ¿Quién diría que el poder, con el tiempo, lo hace a uno irreconocible frente al espejo?
Felipe, el hombre sin reflejo.
Felipe, señor (ex) presidente.
Felipe, el soldado.
Felipe, el espurio.
Felipe, sin sombra.
Felipe, daño colateral.
La inimaginable aventura de una democracia en ciernes, ante la voluntad del círculo de la oligarquía. Poesía fascista, ánimos adversos, imposibilidad de cambio ante el temor de los apóstatas.
Felipe añora, envidia a Andrés.
Felipe se tropieza consigo mismo. Soy quien soy, aunque a veces no recuerdo quién fui, se dice a sí mismo.
Reducido, atrapado en el exilio, inmiscuido en la historia de manera fortuita.
¿Quién es Felipe sino un hombre sin reflejo que, sin embargo, es el fiel reflejo del sistema que se derrumba ante sus ojos?
Camina, baila, se monta sobre su fiel corcel: la violencia del puño de hierro.
¿Cómo transformar un país desde las cloacas?
Felipe en un círculo eterno. Reencarnación de la traición histórica.
Es Huerta, el usurpador.
Es Carranza, el traicionero.
Es Obregón, el aburguesado.
Es Fox, el zorro poco astuto.
Felipe es y no es. Es una suma que da cero. Gira como una pirinola en el averno de sus circunstancias. Felipe de Jesús. Jesús bendito, ¿quién es Felipe?
Caldero burbujeante con miles de cadáveres sin nombre.
Felipe es Acción, Felipe el pequeño.
Felipe no tiene reflejo. Felipe ve a Joaquín en el espejo.
Juan Carlos y Francisco, caídos del cielo por obra y gracia de Felipe de Jesús.
San Felipe redentor, sentado a la derecha del capital. Felipe el espurio, último neoliberal de su clase. Felipe es Pinochet, viste de verde olivo. Felipe es... ¿Quién es el que anda ahí?
Despertar de la pesadilla, quitándose el peso de encima. Sintiendo sobre el rostro la telaraña de un mal sueño.
La tenue luz del sol estaba atrapada en la polvareda. Los gritos ensordecedores provenían del sitio en donde los hombres vestidos de verde olivo habían llevado a cabo sus diligencias.
–¿Qué son esos pinches gritos?–preguntó Felipe.
–Daños colaterales, señor.
–¿Dónde está Genaro? Dile que arregle todo su desmadre. No quiero llenarme las manos de sangre y lodo, mi lema es que las manos limpias encubren al mayor de los asesinos.
–Enseguida localizamos a Genaro, señor. ¿Qué le decimos a la prensa cuando estén aquí?
–Esos cabrones buitres. No se preocupen, ahora sí que como dicen en mi pueblo, haiga sido como haiga sido, estamos llevando la paz de los sepulcros a cada rincón de este lugar. Cambien su ropa y háganlos pasar por gente mala.
–Ahí en la camioneta está esperando Carlos, para tener la primicia.
–Pinche Carlitos, salió más chingón que bonito. Arreglen todo y déjenlo hacer, no la hagan de pedo.
–Así se hará, señor.
–Quedo pendiente de cualquier problema que surja. Me voy, tengo una reunión con Joaquín.
Felipe siente el polvo en su boca, le sabe a sangre. Observa sus pies y ve sus zapatos italianos cubiertos de lodo y cenizas. El fuego lo consume todo, piensa.
El fuego del tiempo. ¿Qué será de mí cuando sea el hombre dentro de la hoguera?
Me quemarán con leña verde, arderá lentamente mientras me quitan la piel y me hacen ver los errores cometidos.
El tramo a recorrer es bastante largo, aún queda un último recurso.
Dejaré atrás mi reflejo, quizás así pueda coexistir con las consecuencias.
Desconozco la verdad histórica, me desconozco a mí mismo. Niego categóricamente ser quien soy. De espurio a demócrata solo hay un fraude de distancia... Desempolvar un recuerdo, para esconder mi reflejo.
Segundo acto
Suena de fondo el Huapango de Moncayo. La candidata sube al estrado (o cadalso, da igual). Ataviada con su huipil, su collar Cartier favorito y una sonrisa de oreja a oreja, se dispone a conquistar a su blanco auditorio.
–Desde aquí le digo al dictador: ¡Con las mujeres no, hdp!
La ironía, el vacile, el drama telenovelesco, la llama del encanto fáctico.
Satisfacción fingida. La candidata hace sus cuentas:
Claudia 54%
Yo 25%
Ninguno 30%
La clave está en convencer a ninguno, para ganar por un apretado, pero justo 55% de los votos. Hay que dar más del 100%... ¡Ja!
¡A trabajar, huevones!
Fotografía: Milton Martínez / Secretaría de Cultura CDMX
Aplauso unánime. Los grandes apellidos (las pequeñas mentes) están eufóricas.
Max le dice a Pepe:
–El espejo está en Argentina o no, Milei.
Estallan en una carcajada de simpatía simplona...
Tercer acto
Dicen que estoy loco. Eso dicen a mi izquierda y lo reafirman a mi derecha. Es un movimiento pendular que siempre termina en el centro. Uno, dos y tres. Cada seis años debo ser el ejecutor del cambio.
Mi nombre es Claudio, como el emperador romano. Claudio, hijo de Claudio, dueño del sueño inquieto del libre mercado. Heraldo de la magnificencia de la meritocracia.
Soy orden y progreso, justicia y democracia. Soy una causa justa desde la sociedad civil. Dicen que estoy loco.
Afirmo y me reafirmo que, en consecuencia, de los locos será el mundo de lo imposible. Lo supe con Felipe, lo espero de Xóchitl. Es una apuesta arriesgada, pero más vale arrancarle aunque sea una joya de la corona a la bestia alada, comunista, populista.
Como tantos otros demócratas le temo a la multitud. ¿Qué es eso que llaman pueblo sino una enfermedad de la democracia? Malditos delincuentes, todos aquellos que no se dejan arrastrar por la marea rosa.
El mundo es unívoco. A la mierda sus clivajes. Me sostengo sobre la pierna derecha, como el Gral. Santa Anna.
Dicen que estoy loco, porque visto a mis títeres con huipil y les enseño a hablar sandeces.
–El norte mantiene al sur.
Máxima del cambio: El pobre es pobre porque quiere.
Dicen que estoy loco, porque peleo por lo que nos han quitado. Hace daño tanto pueblo, ¿Dónde queda el individuo?
Dividido, fragmentado, en la afinidad creada por las noticias falsas.
Una mentira es más democrática que la demoledora verdad de la desigualdad. ¿Para qué quieren tanto si no saben administrarlo?
Que prohíban las micheladas. Propongo un país en donde se beba vino tinto, un Merlot para el mal sabor de boca que nos ha dejado la falta de un buen aeropuerto.
Han sido 5 años de caídas y desencuentros, pero entre más oscuro se pone el horizonte, más cerca está el amanecer.
Tengo atados a mi liderazgo a los verdes, a los azules y a los amarillos. Los utilizo, no sin antes dejarles claro el fin último: un país donde no quepa el comunismo.
Es curioso, pero en ese sentido fue muy fácil convencer a los amarillos. De ellos aprendí la máxima de la izquierda mexicana: Divide y vencerás.
Dicen que estoy loco, pero estoy más cuerdo que ninguno. Me veo frente al espejo y mi reflejo es multifacético. Ayer fui Felipe, hoy soy Xóchitl. La locura es la madre de todas las democracias.
El huipil nos hizo pueblo, escribe Claudio. Suspira y se maravilla ante cada hilo de esa prenda. ¿Habrá quién aprenda? Está por publicar un anuncio: Se busca candidato (a), entre más odie a morena, mejor. Es requisito básico lucir bien con atuendos típicos. No prietos.
derekuhe
Envuelto en un torbellino, despertó el sistema político mexicano. El vértigo la hacía sentir en una espiral que le desubicó. Entre dientes dijo: “San Andrés, no permitas que me suceda lo que le pasó a Brasil. Líbrame de un Bolsonaro, amén”
Cerró los ojos y cayó profundamente dormido, sin darse cuenta que al acecho se encontraban diestros y siniestros, con la espada desenvainada, que como cada 6 años, orbitan en torno a la banda tricolor.
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