El poema como espacio de resistencia: breves apuntes sobre el poema documental en México
A más de cien años, la poesía con tintes políticos ha logrado poner en evidencia los grandes males de la vida de los mexicanos. Poemas como: “El retorno maléfico” de Ramón López Velarde, “Discurso de José Revueltas a los perros en el Parque Hundido” de Enrique González Rojo, “Patria prometida” de Jaime Augusto Shelley, “Exilio” de Jorge Fernández Granados, etc. Continúan vigentes debido a las problemáticas que abordan y que aún no han podido resolverse como la violencia desmedida en algunas entidades de nuestro país, la corrupción, la mentira política, el autoritarismo, etc.
De izquierda a derecha: López Velarde, González Rojo y Fernández Granados
A estos problemas, se le han sumado otros que han empeoraron la vida de los mexicanos como el aumento de la violencia ocasionada por el combate al narcotráfico, las desapariciones forzadas, los nuevos escándalos de corrupción política, la atroz y desmedida violencia hacia las mujeres, etc.
Ante estas nuevas condiciones los artistas no podían ser indiferentes, en una toma de conciencia, por demás encomiable, las nuevas generaciones artísticas optaron por llegar a lo profundo de la realidad sin importarles las consecuencias de ello. Uno de los sectores artísticos que se ha propuesto lo anterior han sido los poetas, especialmente las generaciones pertenecientes a finales del siglo XX e inicios del siglo XXI.
Esta nueva estirpe poética no le bastaba con ver y oír desde una cómoda posición los males de nuestro país, en su afán por descubrir la verdad se convirtieron en investigadores, en cronistas de los hechos atroces de la vida diaria, en críticos feroces que pretende revelar la verdad encubierta por ciertos sectores gubernamentales. De este modo, escaparon de sus líneas tradicionales para convertirse en poetas que documentan la realidad a través de las voces de los afectados; de ahí que a estos artistas-críticos se les pueda nombrar como poetas documentales o investigativos.
El propósito del poeta documental es denunciar las diversas problemáticas que atraviesan las naciones dándole voz a aquellos no la tienen. Así, el poeta cede su canto a una colectividad (los indignados, los inocentes, aquellos que han sido silenciados por diversas formas represivas) para que sean estos quienes nos cuenten su historia. Acaso… ¿Es esta una poesía comprometida? Sí, pero además del compromiso social, el poeta documental desea sacar los hechos de la oscuridad en que fueron abandonados, como bien lo ha indicado un extraordinario estudioso de este subgénero lírico, Mijail Lamas:
“El poema documental acumula y reúne aquellos fragmentos que mejor puedan describir la realidad histórica que pretende exponer; ese proceso de sustracción del material es usualmente violento: los fragmentos se potencian y resemantizan al ser sacados de la oscuridad o del olvido… para la poesía investigativa o documental no hay caso cerrado”.[1]
[1] Mijail Lamas. “El estamento ontológico de la poesía documental” CECAL 63, 2023.
Mijail Lamas
Es entonces cuando la poesía documental se vuelve un archivo de gran relevancia histórica y social, pues posibilita repensar la historia de una óptica distinta, vislumbrando aquello que no se pudo decir por múltiples razones.
Prueba de lo anterior son los poemarios Antígona González de Sara Uribe, Balacera de Armando Alanís, Memorial de Ayotzinapa de Mario Bojórquez y el Libro centroamericano de los muertos de Balam Rodrigo. En cada uno de ellos se busca restituir las voces, los testimonios, las verdades de aquellos que han sido afectados por la violencia, de
“aquellas voces que corren el riesgo de ser arrastradas por el olvido o el silencio”
a decir de Mijaíl Lamas
¿Y qué pasa con las técnicas, con los recursos de los que se vale el poeta para la construcción de su obra documental?
En el caso de Antígona González, Sara Uribe unifica diversas voces (la de las personas que buscan a sus muertos) en una sola: la de Antígona (que en el poema llevará el nombre de Sandra Muñoz). Acompañaremos a este personaje en la búsqueda de su hermano (Tadeo), encontrando en nuestro camino burocracia, enmascaramiento de la verdad, pero, sobre todo, mucho silencio por parte de los implicados.
Ella tampoco será la única que viva esto, en su travesía encontrará a otras mujeres que están en una situación parecida, e inclusive peor que la suya. Ante todo, me gustaría resaltar la restitución de la voz que se les otorga a las víctimas, de igual modo, el vínculo temporal entre el presente histórico y el pasado mitológico, pues como es visible, la poeta retoma una figura literaria de gran relevancia como lo fue la Antígona (el personaje de los grandes trágicos griegos) con el fin de destacar la persistencia de dicho protagonista por recuperar el cadáver de su hermano.
En El libro centroamericano de los muertos, Balam Rodrigo por medio de un collage de voces, nos expone los sufrimientos que deben padecen los migrantes en su búsqueda de un futuro mejor. Como Uribe, Balam Rodrigo recurre y recupera un texto histórico para reformular su discurso, en este caso es Brevísima relación de la destrucción de las Indias de fray Bartolomé de las Casas, el vínculo se vuelve claro, en ambos escritos la intención es que los lectores visualicemos las penurias, los malos tratos, las violaciones a los derechos de los inocentes.
Por último, tenemos Memorial de Ayotzinapa de Mario Bojórquez, el cual denuncia la desaparición de los 43 jóvenes en Ayotzinapa. Para ello, Bojórquez realiza una pesquisa de fragmentos que hablan de lo ocurrido aquella noche, valiéndose tanto del mito prehispánico (El descenso del dios Quetzalcóatl en búsqueda de los huesos preciosos para la creación del hombre) como de las notas de la revista Proceso, así como de los distintos videos que se tienen de aquel día, el poeta reconstruye los hechos y da voz a aquellos que no tuvieron la oportunidad de expresar su dolor.
Dicho todo lo anterior, podemos notar como los poemas documentales se vuelven espacios de resistencia frente a los discursos que tratan de esconder la realidad, que tratan de borrarla o que niegan la verdad. Así, el poeta documental ya no sólo es un ente que busca revelarnos sus sentimientos, pasiones o temores, se convierte en un historiador que va en búsqueda de las huellas del pasado, en un investigador capaz de llegar al fondo de la verdad olvidando (o si se quiere enmascarando) su propia identidad, con el propósito de expresar las experiencias terribles que han sufrido las diversas colectividades víctimas de la violencia en nuestra nación.
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