Calaverita sociológica a la doctora Elisa
La FES-A está tan sola a causa de
esta gran ola. Los pasillos esperan
ansiosos la llegada de aquellos
ruidosos.
Los edificios cinco y seis han perdido
los estribos al no escuchar el sonar de
los libros.
La sociología latía cada que sus
alumnos una clase recibían.
Ahora sólo espera que todo el
conocimiento que absorbían en
práctica lo pondrían.
Por el corredor se veía a la doctora
Elisa a toda prisa, siempre tan precisa,
junto con Jesús a quien le daba el
patatús porque no pasaba el autobús.
Se disponen a enseñar para que los
alumnos accionen y sus mentes
reflexionen.
Marx, Simmel, Weber, son el pan de
cada día, pero con enorme alegría los
hacen entrar en sintonía y de esa
manera la clase aprendía.
Un día con hábil sutileza la catrina la
puerta atraviesa, asombrada le dice a
la doctora que con ella se tendrá que
ir; la clase se asustó, pero no lo
permitió y a la catrina castigó.
Clemencia pidió, pues, no la dejaron ir
hasta que un ensayo entregó donde el
positivismo explicó.
Desde ese día la catrina jamás volvió
y la doctora Elisa con su hermosa
sonrisa la clase siguió.
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