Los agraviados (Un relato a través del tiempo)
A quienes no se han rendido…
'68
—Mexicanos al grito de guerra—se me hace un nudo en la garganta. No puedo continuar cantando el himno nacional.
Hace un mes vi morir a Joaquín mientras corríamos escapando de las balas. Hoy es 20 de noviembre, ayer fue 2 de octubre. Es así como entiendo la relatividad del tiempo.
La revolución mancillando a sus jóvenes, la patria callando el grito de guerra de sus hijos...
Los aplausos no encuentran eco en mis pensamientos. Una bala, una maldita bala. El destino, el último suspiro, la muerte, un mártir.
El 68. La onda. Entre risas que pecaban de inocentes. Inocentes que fluyeron en sangre para seguir viviendo. No se olvida, no lo olvido.
¿Qué hemos hecho mal para que debamos morir por querer tener voz?
Hoy es 20 de noviembre, ayer fue 2 de octubre. Una quincena antes de ese lluvioso día, la gente se emboba viendo las luces que adornaban el Zócalo.
¡Viva México!
¡Muera la juventud!
Comunistas rijosos. Chamacos mañosos. Estudiantes escandalosos.
Tronaban los cuetes, tronaron las balas. La pirotecnia como preludio. ¿Es el futuro la oscuridad entre luces decorativas?
Suspiro. Sigo de pie. Hace un mes murió Joaquín. Hace un mes que la lluvia de octubre lavó mi inocencia.
Octubre dos del sesenta y ocho. El tiempo es relativo.
Imagen de portada tomada de: https://politicaguru.com/el-moviento-estudiantil-de-1968-la-revolucion-de-las-conciencias/
'94
Acercarme al final es lo que menos quiero. No me gusta ese vértigo repentino que siento al asomarme a ver por el acantilado.
Me gusta vivir en la certidumbre de mi cotidianidad. Porque soy bueno en lo que hago, por eso es lo único que hago. Para eso me educaron, para caminar en línea recta hacia el futuro.
El futuro es como ese padre ausente que deseamos conocer algún día. Es el cosquilleo en el estómago que nos causa el nerviosísimo de lo desconocido. Va a llegar, eso está seguro, pero ¿cómo?
Vaya que es contradictorio que la única certidumbre sea la incertidumbre. Estamos tan seguros de la omnipotencia de nuestra existencia y sus acciones, que nuestro calendario tiene días asignados que no tenemos la certidumbre de vivir.
Ayer me senté en la banca del parque frente a mi oficina, prendí un cigarrillo que se consumió en mi mano sin que le prestara mayor atención. Una idea se había atravesado en mi cabeza y no podía sacarla de ahí.
Eso somos. Nos dedicamos a descartar momentos, sensaciones, sentimientos.
Así como se consumió el cigarrillo en mi mano sin que mis labios tuvieran contacto con él, así se nos va el tiempo, la vida.
Podemos oler nuestros recuerdos. Memoria olfativa. Los sonidos, las canciones, las voces, se convierten en ecos de un ayer que sigue muy presente. La única prueba de que estamos vivos es sentir un nudo en la garganta en los momentos de felicidad o de tristeza.
Quién sabe, tal vez y no sepa lo que digo pero, ¿alguien sabe lo que dice?
Quizás, el silencio es una virtud sobrevalorada. Debiésemos explotar, gritar, reír a carcajadas, llorar sin temor al qué dirán. Nos enseñan a callar. Guarde silencio, por favor, si no quiere ser silenciado.
La idea que me da vueltas en la cabeza hace mucho ruido. Grito. Grito y me salgo de control. Váyanse a la mierda todos. Cállense mientras me ven gritar.
Su silencio da color a mi reclamo. Un grito por cada reclamo legítimo. Tantos gritos mancillados en pos del silencio de la supuesta paz. Grito.
Me atrevo a gritar como aquellos que se pusieron el pasamontañas para ser vistos. Su piel negra, quemada bajo los rayos del sol, que nada tiene que ver con el bronceado pretensioso que cada mes de julio todos buscan conseguir en Acapulco, es la armadura de su lucha.
Ellos han dicho basta. Ya no quieren subyugarse. El sol sale por el sureste. El miedo se siente al norte.
¿Vivirán para contarla? Eso no importa, lo importante es ya no guardar silencio.
Hacen temblar la tierra con sus pies descalzos. El mundo ha volteado a ver a los invisibles, porque osaron ya no guardar silencio.
'19
Vivo al día. No, no es poesía ni un intento por darle sentido a mi pobreza. Es la triste realidad de un mundo desigual.
Digo, las intenciones de los que apoyan la meritocracia resultan un insulto a la razón. Ser resiliente como una manifestación inequívoca de aceptación de mi condición. Dejar de ser pobre es un sueño que hemos perseguido por generaciones.
Es que todo va bien, qué te causa tanto resentimiento. La naturaleza del capital es ser acumulado en pocas manos. Deja de ser un soñador y ponte a trabajar.
Me excuso. No soy quien debería ser, porque según lo establecido yo debería estar en una noche de Netflix and chill o en algún antro bailando lo que el Dj programe.
Aquí el único sueño que se debe y puede tener es el de emprender. Tus ideas son maravillosas porque son rentables.
Desconozco alguno de los supuestos beneficios de lo que muy pocos aceptan como un orden infranqueable. Viajar con un plástico en el bolsillo y poder vivir la vida a meses sin intereses.
La inflación como pretexto de una conflagración inaudita. Al César lo del César, una forma de tener fe en el capitalismo.
¿Qué hay de los agraviados? Son unos parias, ninis, flojos, parásitos. La pobreza como consecuencia de una decisión premeditada de los que menos tienen.
— ¿En qué se yuxtapone la naturaleza humana y la naturaleza de mercado?
—Quizá la respuesta esté en la moral. Lo invisible es invencible.
—El libre albedrío supeditado al condicionamiento emocional.
—Infringir es fallarse a uno mismo. Una buena persona tiene un buen historial crediticio. Lo inimaginable pasa a ser rutinario a través de un plástico.
—La vida se vive a meses sin intereses, ¿está el hombre en un periodo de recesión?
— ¿Encontró todo lo que buscaba?
—No buscaba, pero encontró.
Ahora bien, ¿qué pasa con los agraviados? Toman las calles, tocan guitarras, cantan. Por cada disparo surgirá un contestatario. La hegemonía está por cambiar de rostro.
¿Qué será de los agraviados? Serán, siempre, los precursores de la rebeldía. Serán Atlas cargando el mundo en su espalda. Porque en realidad, más allá de la teoría, son los agraviados quienes hacen girar al mundo.
El valle de la ironía suele incorporar a los infortunados para establecer complejos equilibrios que dan luz verde a los estallidos en el complejo sentido de la historia.
No importa el tiempo, no importa el lugar, los agraviados persistirán, lucharán, sobrevivirán, se impondrán parar volver a caer. Serán Atlas, cargando el mundo en su espalda. Un mundo periférico, el mundo de los agraviados.