No, no estoy engañando
Caminé hacia mi casa pero en rojizos laberintos me perdí por horas
escogí la ruta más larga adrede,
a pie y con pasos cortos para llegar lo más tarde posible.
Buscando trabajos con la menor interacción humana posible
entré al medianoche-cementerio para inspirarme
ahí todo parece calmo y relajante,
alguna vez pensé en ser enterrador para no tener que hablar con nadie
y leer encima de otros cuerpos en mi tiempo libre.
Cuando finalmente llego a casa y giro la llave de la reja blanca
un perro de seis cabezas, parecido a un buitre, ladra
a punto de abrir la puerta y se abre ésta primero,
aparentemente embrujada,
subo la mirada y ahí están mis padres sentados en la verde sala
no he dicho una palabra,
ni movido un músculo pero
cuando miro a mi papá, lo primero que me dice es:
- Córtate el pelo, ya estas grande para esas cosas.
Cuando miro a mi madre y le voy a decir lo que pienso me dice:
- ¿Pues entonces para que lees? Ya sabes que siempre ha sido así.
Al cruzar el umbral, me dan ganas de vomitar en la oscura puerta de mi mente
hay desorden y en general un hartazgo permanente,
me flaquean las extremidades, me explotan las retinas,
por respirar aire en la montaña, por beber agua limpia
y no bebidas carbonatadas.
Tan acostumbrado estoy al escape de los motores,
a la risa de los lambiscones
y a las ponzoñosas opiniones
que de la gente que más amo surgen:
yuxtaposiciones
Siento la cabeza agitada como salero
presión constante y delirante en mi cerebelo
mis dientes rechinan todas las noches
pero yo le digo insomnio.
Y no, no es un creciente odio
simplemente es un sinsabor sincero.