Comentario de: Pérdida de Texas: la versión no contada (1825-1835)
Me atrevo a decir que “Pérdida de Texas: la versión no contada (1825-1835)” , es un pequeño gran libro ya que su autora, la doctora Elisa Cuevas , no tuvo la necesidad de escribir un mamotreto o algún ladrillo de infinidad de páginas para mostrar con erudición y pasión la invasión de Texas por parte de los angloamericanos, aún antes de la firma del “Tratado de Guadalupe Hidalgo” el 2 de febrero de 1848, mediante el cual se formalizó la pérdida de casi la mitad del territorio mexicano a favor de EEUU.
Además, en pocas páginas tocó uno de los temas que aún hoy en día hieren la sensibilidad de muchos mexicanos: la actitud de Antonio López de Santa Anna ante este hecho, misma que para ellos fue una traición para con la patria, cuando aún se estaba haciendo patria precisamente.
Y la autora lo abordó con una perspectiva que le permite decir que toda “la historia que se escribe a partir de las campañas por recuperar Texas, la aprehensión de Santa Anna, su captura y la firma de los Tratados de Velasco, así como la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo, no son más que el corolario de lo que se fijó y fue definitivo durante las décadas 20 y 30 en que el territorio norte fue tomado de facto por los angloestadounidenses”.
Y a renglón seguido, la doctora Cuevas anota entre paréntesis unas líneas que si somos conscientes tendremos que valorar en su justa dimensión y, por lo mismo, deben ser el inicio de un debate que redunde en acciones orientadas a corregir lo descrito.
La socióloga —integrante de la primera generación de la Enep Acatlán—, anota: “... los angloestadounidenses (quienes desde entonces son los ilegales establecidos en las tierras que pertenecían a los pobladores originarios y que los filibusteros angloestadounidenses les robaron —a quienes hoy califican, desacertadamente, como ‘ilegales’ cuando los dueños originarios de estas tierras son los mexicanos)”.
En las poco menos de cien páginas, este texto deja dos puntos en claro:
1.- Texas es territorio mexicano, por lo cual los ilegales son los algloestadounidenses que ahí viven. Y,
2.- Santa Anna no ‘vendió’ Texas por 15 millones de dólares, sino que simplemente ‘oficializó’ —por utilizar un término— la situación.
Sobre este segundo punto, Elisa Cuevas dice en las últimas líneas de su libro: “Es por eso que sostenemos que la figura de Antonio López de Santa Anna tiene que dejar de usarse como una figura oprobiosa para reducir la explicación de la apropiación ilegal e ilegítima de los angloestadounidenses, porque con ese uso sólo aminoramos y legitimamos el acto invasor de EEUU”.
Duras pero certeras estas palabras, mismas que me permiten afirmar que este libro de Elisa Cuevas se diferencia de todos aquellos otros textos que están de moda y que pretenden rescatar con añoranza añeja y conservadora, los dos imperios mexicanos y el porfiriato —con sus personajes y momentos incluidos—, en que en ningún instante intentó exculpar a Santa Anna de sus errores, ni mucho menos transformarlo de ser humano de carne y hueso, a uno cercano a los dioses y al que se debe adorar y revivir.
Pero mejor lean el libro, y quiero decir que se disfruta mucho porque está escrito con un lenguaje que hasta provoca creer que la autora está sentada a nuestro lado platicando lo que narra —y eso es así porque Elisa Cuevas conoce el tema desde hace cuatro décadas y cuyo primer resultado fue su tesis de licenciatura en Sociología titulada “Una perspectiva sobre los antecedentes de la pérdida de Tejas. La descolonización tejana”, publicada por la UNAM en 1985—.