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José Juan Aragón Gómez

Producto Perecedero


Nuevo eres y viejo te volverás,

eres como toda novedad:

sirves un momento y al rato

arrumbado estás…

El hombre es producto

que no dura demasiado:

un día, por muchos es usado;

al otro, abandonado a su suerte.

Sin embargo, uno piensa

que todo durará una eternidad,

pero basta con chocar al suelo

y el producto ya no servirá…

Me compraron unos ojos

que necesitaban luz,

y yo me vendí a sus Cielos

para iluminar su amanecer.

Pero, ¿cómo brillar en ellos

si era noche, como sus cabellos?

Mi luz no iluminaba, producto defectuoso

que fue apagándose poco a poco…

Por defecto de fábrica

sin garantía y cual fayuca,

mi luz que daba a todos penumbra,

fue a tirarse al bote como basura.

Y como a esas mercancías

de dudosa fabricación e inútil vida,

así fue mi existencia como producto perecedero:

condenado de por vida a vivir en el basurero.

 

Sobre el origen del texto:

Digamos que intenté plasmar un poco de mis vivencias cuando fui servidor público. El título proviene de una frase que solía decirle a un amigo mío, ya que, por la temporalidad del trabajo, todos, en cierto sentido, éramos productos perecederos: un día servíamos y al otro no, simplemente desechados por el Instituto. Creo que para la edición de Marx podría identificarse con el mismo sentido en el que los obreros son contratados, explotados y luego simplemente despedidos, más en épocas actuales. Actualmente, ¿qué observamos? Que casi ningún trabajador, salvo muy contadas excepciones, tienen por derecho el hacer antigüedad y tener prestaciones, y son despedidos después de algún tiempo, quedando desempleados. Algunos obreros, que son "más afortunados", trabajan toda una vida en lo mismo... y al poco tiempo, los despiden sin siquiera un buen finiquito. Por lo tanto, ellos son productos perecederos, bajo la lógica de la explotación del trabajo y del hombre.

 


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