Producto Perecedero
Nuevo eres y viejo te volverás,
eres como toda novedad:
sirves un momento y al rato
arrumbado estás…
El hombre es producto
que no dura demasiado:
un día, por muchos es usado;
al otro, abandonado a su suerte.
Sin embargo, uno piensa
que todo durará una eternidad,
pero basta con chocar al suelo
y el producto ya no servirá…
Me compraron unos ojos
que necesitaban luz,
y yo me vendí a sus Cielos
para iluminar su amanecer.
Pero, ¿cómo brillar en ellos
si era noche, como sus cabellos?
Mi luz no iluminaba, producto defectuoso
que fue apagándose poco a poco…
Por defecto de fábrica
sin garantía y cual fayuca,
mi luz que daba a todos penumbra,
fue a tirarse al bote como basura.
Y como a esas mercancías
de dudosa fabricación e inútil vida,
así fue mi existencia como producto perecedero:
condenado de por vida a vivir en el basurero.
Sobre el origen del texto:
Digamos que intenté plasmar un poco de mis vivencias cuando fui servidor público. El título proviene de una frase que solía decirle a un amigo mío, ya que, por la temporalidad del trabajo, todos, en cierto sentido, éramos productos perecederos: un día servíamos y al otro no, simplemente desechados por el Instituto. Creo que para la edición de Marx podría identificarse con el mismo sentido en el que los obreros son contratados, explotados y luego simplemente despedidos, más en épocas actuales. Actualmente, ¿qué observamos? Que casi ningún trabajador, salvo muy contadas excepciones, tienen por derecho el hacer antigüedad y tener prestaciones, y son despedidos después de algún tiempo, quedando desempleados. Algunos obreros, que son "más afortunados", trabajan toda una vida en lo mismo... y al poco tiempo, los despiden sin siquiera un buen finiquito. Por lo tanto, ellos son productos perecederos, bajo la lógica de la explotación del trabajo y del hombre.