POEMARIO
Apolo y Dafne
Dulces canciones entonas,
exquisito amor,
tu cuerpo, mi instrumento.
Derríteme, hazme experto.
Con cadenas de plata a ti me atas.
A mi corazón, mil flechas de oro,
Eros dirigió.
Fénix cosmogónico
Como ave liberada de una jaula,
me incitan a hacer el amor,
me besan y abrazan primero,
me golpean, me ahorcan al final.
Me atraen como un imán.
En una Luna colisiono, cuando te beso.
Emprendí un viaje a tu mente,
sucumbo, y a cada paso
te entrego de rodillas mi simiente,
sin besarte, mi boca sin uso,
mis labios desaparecen y me voy quedando,
a cada latido más y más solo.
El yunque y el martillo
Miré y no había ya hetairoi.[1]
Sólo una tumba y un león,
del Sagrado Batallón nada quedó,
mudos testigos, quinientos amantes muertos.
En Queronea, Filipo II incluso lloró.
[1] Inspirado en la famosa batalla de Queronea, donde la superioridad militar tebana terminó ante Filipo II y su hijo Alejandro, conocido después como Magno.
Falaz perennidad
Un tulipán.
En la apacible noche medianoche,
halaga tu dulce cuerpo.
Arde en ambiciosos deseos,
de conquistar el orbe…
En tus manos es caricia,
es dulzura y también avaricia,
danza arrítmica en tu pupila,
y se deja llevar por el viento.
Insidiosa predilección
Deambulo de noche,
me quedé sin sombra,
perdí hace mucho,
de Midas el toque.
Hollé la sangrienta guirnalda,
buscando,
incineré el bermejo bosque.
Tiene estudios de licenciatura en Economía, 28 años. Contactos: 5512301853; o.huesca@hotmail.com