Sangre en la arena
¿Cuándo la victoria se convierte en llanto? ¿Cuándo un espectáculo se convierte en epitafio? Tantos años resistiendo el dolor de los golpes, y en un solo minuto, el barullo se convirtió en silencio.
Algunos en ese oficio pierden su melena, algunos otros pierden su careta, ¿pero qué pasa cuando en la pelea se pierde la vida? No queda más que el luto; algo de sangre en la arena. Algunos lo hacen por tradición familiar; otros se suben a ella por la necesidad.
Ellos quieren demostrar rudeza en las cuerdas, pero no garantiza bajar con vida, de a dos de tres caídas. Nada se compara con la emoción que produce ir un día a ver el deporte de la lucha libre, pero superior a ello es cuando la incertidumbre te consume al ver que un luchador perdió más que una pelea.
Y hoy la afición ya no grita más tu nombre; hoy el silencio póstumo en el lugar acontece. Y, en el ring del Cielo, hoy deleitan a los ángeles aquellas fieras leyendas de máscara contra cabellera. En honor a ti, Pedro Aguayo Ramírez,
“Hijo del Perro Aguayo” (1979–2015)