La efímera vida del bicolor
La vida es tan corta y tan simple que la podemos encontrar, a veces, en formas que ni siquiera tienen un alma. En lo material, más no lo corpóreo ni sistemático. En lo que existe, pero no se mueve, produce oxígeno o siquiera, produce energía.
Debido a mi falta de conocimiento al respecto, no me atreveré más que a imaginar cómo es concebido un objeto triste, de fatal destino, pero de imperiosa necesidad en los trabajos de escuela u oficina: el bicolor.
Para principio de cuentas, en un bosque, a un ser vivo se le quita la vida. Es talado, se le retira la corteza, y del aserradero, salen ya las maderas rumbo a una fábrica. Con sus chimeneas lanzando contaminantes al aire, de aquellas maderas se cortan mecánicamente finas tiras, mientras unos pigmentos, derivados del petróleo o de alguna otra materia química, procesados en azul y rojo, son colocados, dentro de las tiras.
Lo siguiente es que se colorean aquellas tiras, ya previamente talladas en forma circular o hexagonal. Como soldados listos para ir al frente de batalla, a lugares y situaciones tan inciertas y desconcertantes, los colocan en cajas junto con sus hermanos. Sin embargo, muchos de ellos se quedarán, empezará su suplicio: en control de calidad, les sacarán punta, algunos se romperán por la presión, a otros los pigmentos colorantes no les saldrán igual.
Cual selección natural, los aptos serán comercializados, el resto, serán desechados. El bicolor, aún sin tener ojos u oídos, observa y escucha paradójicamente como sellan su caja. Desconoce el destino que le aguarda. Es resignado. Dócil casi. Inerte.
Cuando por fin el bicolor ve la luz, se encuentra en una oficina. Es sacado de la caja presuroso. El sacapuntas eléctrico, con sus filosas aspas, está listo para retirar la viruta restante en cada una de las cabezas del bicolor, que, aterrado, observa ese metálico y tétrico jugar de aquellas cuchillas de tornillo sin fin que producen un terrible sonido. Puntas finas resaltan, brillando con el impacto de la luz blanca.
El servidor público de esa oficina lo toma por la cabeza roja. Y en aquellas copias certificadas, el bicolor escucha el leve rechinido provocado por la fricción en cada una de las cien hojas que serán marcadas por dos líneas diagonales. Posteriormente, será matemático: será usado para numerar en la esquina superior derecha aquellas hojas. Será usado para poner las letras A/R y una onda leve en los acuses de recibo de algunos documentos que, con copia, serán entregados.
Del cansancio diario y continuo de aquellas tareas, ya sea que se desgaste o porque se rompió su punta, será remitido de nuevo a la tortura, donde su verdugo siempre espera. Poco a poco se da cuenta de algo inusual. El color rojo está siendo devastado, mientras el azul permanece casi intacto.
Poco a poco se da cuenta de que está entrando en una lenta pero segura agonía de su existencia. Entra en el pensamiento de que nació para desaparecer por completo. Viene a su imagen, conforme pasa el tiempo, la escena final de su vida. Una vez que el rojo se agote, habrá muerto.